“Cuando eres mujer y cubres temas incómodos, no critican ni tu rigurosidad ni tu intelecto: critican tu físico”

Amenazas al oficio

La Fundación Periodistas Sin Cadenas recoge periódicamente testimonios de periodistas en diferentes zonas del país. Este relato corresponde a los desafíos que enfrenta un colega que hace periodismo con enfoque de género. 

Por Thalie Ponce

09.09.2025

Cuando en 2020 creé Indómita Media, un medio especializado en investigación con perspectiva de derechos humanos y género, no imaginé que este enfoque crearía tanta resistencia, incluso entre mis propios colegas. Empecé a recibir ataques y agresiones digitales, precisamente a raíz de hacer coberturas que buscaban evidenciar los distintos tipos de violencias que viven las mujeres. 

Estos ataques no cuestionan mis métodos, mi rigurosidad o mi intelecto. Se enfocan en mi físico, en mis decisiones estéticas o en mi vida privada. Me han escrito mensajes deseándome que sea víctima de violencia sexual o femicidio, y han usado insultos machistas subidos de tono para intentar deslegitimar mi trabajo. Ha sido vivir mi propia experiencia de lo que documenta la Fundación Periodistas Sin Cadenas: el acoso, sexismo y descalificaciones que vivimos las mujeres periodistas en Ecuador. 

No soy un caso aislado: la investigación Así hacemos periodismo (2020), de Chicas Poderosas Ecuador, encontró que las mujeres que ejercemos esta profesión enfrentamos acoso no solo dentro de las redacciones, sino también fuera de ellas, por parte de las fuentes o de la audiencia. Recuerdo que en alguna ocasión, uno de mis jefes en un medio de comunicación en el que trabajaba, me pidió un informe. Yo le contesté que estaría al día siguiente, tal como habíamos acordado y me respondió frente a toda la redacción: “después por qué las matan”.

Aunque antes de crear Indómita Media, ya había hecho periodismo, cubriendo política, economía y la coyuntura diaria pero en 2020, la cobertura sobre la historia de  Paola Guzmán Albarracín, me cambió la perspectiva.

Hasta entonces, había contado todo desde una mirada generalista, sin detenerme a pensar en cómo esas realidades afectan de manera particular a las mujeres. Pero al escribir sobre esta adolescente que se quitó la vida en 2002 tras vivir violencia y abuso sexual por parte del vicerrector de su colegio en Guayaquil, algo cambió en mí.

Tras esa cobertura, se agudizó esa sensación que ya tenía de que había muchas realidades por contar, que estaban quedando fuera de la agenda mediática. Pero también que la gran mayoría de las que sí hacen parte del contenido de los medios, estaban siendo narradas desde un enfoque machista.

Así, mi amiga y colega Jéssica Zambrano creamos Indómita Media, no solo para documentar la violencia que vivimos las mujeres, sino para plasmar la mirada de género en todo. Esto incluye dar más cabida a que las mujeres opinen, a citarlas como expertas e incluir esta perspectiva en temas que consideramos masculinos o ‘duros’ como la política y la economía. 

Aunque al inicio fue un sueño hecho realidad —ganamos diversos fondos, becas y reconocimientos— también nos encontramos con una serie de obstáculos. Por un lado, muchos de los temas que estábamos cubriendo, tenían una carga negativa en la sociedad; por ejemplo, el aborto, que fue una de las prioridades en nuestra agenda.

En 2021 y 2022, hicimos un fact-checking de los discursos de los legisladores durante los debates de la Ley de Aborto por Violación en la Asamblea Nacional, y nos encontramos con ataques en redes sociales: insultos, mensajes de odio e intentos de deslegitimar nuestro trabajo; todo, con el propósito de intimidarnos por darle espacio a una cobertura con enfoque de derechos.

También fue una sorpresa encontrar comentarios de otros colegas insinuando —de frente y de espaldas— que nuestro trabajo no era periodismo, sino activismo. Algunos lo decían abiertamente en reuniones de redacción, lo comentaban entre ellos o, sin mencionarnos directamente, nos cuestionaban en redes sociales. 

No criticaban la calidad de la investigación, sino la perspectiva feminista desde la que contábamos las historias.

Hoy, se suma una capa que hace más complejo todo: la violencia ligada al narcotráfico, la inseguridad y la presencia del crimen organizado en nuestro país. En este escenario, ejercer el periodismo se ha vuelto aún más riesgoso, pero también más necesario. Para mí, ahí está el sentido de lo que hago: contar las historias que incomodan, abrir espacio a las voces que han sido históricamente relegadas —como las mujeres y las personas de la diversidad sexual— y cuestionar los relatos que sostienen al poder. 

A veces ha sido agotador enfrentar insultos o que me llamen “activista” en tono despectivo, pero también he visto cómo esas mismas historias le dan fuerza a otras mujeres para hablar. Y cómo ese periodismo es capaz de transformar e incidir en la vida de las personas, como cuando el reportaje sobre el caso de Paola Guzmán fue anexado a los alegatos escritos de la defensa ante la Corte IDH. 

Esa certeza, de que el periodismo riguroso con una mirada de género, no solo informa, sino que también incomoda, acompaña y transforma, es la que me impulsa a seguir en este camino.





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