«Sin estabilidad, hacer periodismo es muy duro en Ecuador»
La Fundación Periodistas Sin Cadenas recoge testimonios en diferentes zonas del país. Este relato corresponde a un colega que perdió su trabajo y tuvo que sostenerse con diferentes labores temporales y que pidió el anonimato para contar su historia.
21.08.2025
En noviembre de 2021 tuve que dejar el diario El Comercio, en donde ejercí el periodismo deportivo durante 12 años. Dejarlo no solo significó despedirme de todo lo que conocía en mi vida profesional, sino también enfrentarme a una realidad que hasta entonces me era ajena: trabajar sin la certeza de un sueldo fijo a fin de mes, sin prestaciones laborales y sin claridad sobre mi nuevo rumbo. Así comenzó mi camino como freelancer.
El deterioro en el diario no era nuevo. Un año antes, en plena pandemia, ya nos habían advertido que no nos pagarían los sueldos. Era 29 de diciembre y la noticia parecía una inocentada. Aunque desde abril de ese año ya nos habían reducido el salario en un 40%, resultaba difícil creer que el diario que durante más de un siglo fue emblemático en el país —y que jamás se había atrasado un solo día en los pagos— hiciera un anuncio tan desalentador.
El argumento fue “no hay dinero”; el pedido: que tengamos paciencia. Casi un año pude sostenerme con paciencia, pero el 21 de noviembre de 2021, finalmente salí de la empresa, tras un proceso administrativo en el Ministerio del Trabajo, luego de cuatro meses sin recibir mi salario.
Entonces empecé a tocar puertas en otros medios.
Regresé a mi provincia, Tungurahua. Mi familia estaba allí y pensé que, por el menor costo de vida en comparación con Quito, podría ser una buena opción. Sin embargo, pronto descubrí que los ingresos también eran más bajos y el oficio estaba aún más precarizado.
En dos radios distintas me propusieron tener un programa deportivo, pero debía vender la publicidad yo mismo. Un mes de pauta costaba 100 dólares: ese sería mi ingreso, si lograba venderla. Sin ninguna prestación social, por supuesto. El monto del segundo o tercer cliente que consiguiera debía dividirse en dos: 50 dólares para los dueños, 50 para mí. En esas condiciones, fue imposible aceptar.
Comencé entonces una serie de trabajos sueltos y precarios, con pagos muy bajos, sin relación de dependencia ni beneficios. Transmití cuatro partidos de baloncesto con mi celular por 80 dólares en total; escribí notas de 3.500 caracteres sobre Independiente del Valle para un especial impreso por 180 dólares y produje notas para un medio local en la Sierra por 100 dólares.
De esos ingresos debía pagar mi afiliación voluntaria al IESS e impuestos; tras esos pagos, solía quedarme con menos de la mitad. En una ocasión me encontré con apenas 20 dólares para todo el mes, es decir, menos de un dólar diario.
A inicios de 2022 regresé a Quito y dejé hojas de vida en la mayoría de grandes medios, pero nunca obtuve respuesta. No quería dejar de hacer periodismo, pero mientras pasaban los meses, me planteaba buscar otro tipo de trabajo. Aunque era soltero y no tenía hijos, mi economía estaba muy golpeada. Sin ahorros, la situación habría sido crítica, pues como freelance apenas podía cubrir mi subsistencia.
Después de más de una década en un medio respetado, donde los sueldos se pagaban puntualmente y podía concentrarme en mi labor, no me había dado cuenta de lo difícil que es vivir del periodismo fuera de un medio sólido. Por eso, cuando recibí la oferta de un diario de Cuenca para trabajar los fines de semana como corresponsal, cubriendo todo tipo de noticias, fue un alivio.
Luego llegó la oportunidad laboral en una institución pública, con un contrato de un año, un sueldo muy superior al que ganaba como freelance y todas las prestaciones de ley. Duré un año y medio ahí, luego estuve tres meses desempleado y finalmente, volví a empezar, una vez más. Esta vez el tiempo de búsqueda fue menor y conseguí trabajo como periodista en un canal nacional.
Esta profesión me ha permitido viajar, vivir la emoción de estar junto a la Selección de fútbol, conocer Perú, Bolivia, Venezuela y eso fue un privilegio. Aunque no siempre estuve consciente de ello, hoy entiendo que sin estabilidad, hacer periodismo es muy duro en Ecuador, es un desafío parecido al de miles de ecuatorianos sin empleo, que luchan por salir adelante.
Publicado el Amenazas al oficio